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miércoles, 21 de mayo de 2008

noticias de la edición Creamfields 07

Y por ultimo algunas noticias de la edición Creamfields 07


Reunió alrededor de 52 mil personas de entre 18 y 35 años. Cuarenta y siete policías de civil buscaron dealers en baños o cerca de los escenarios y 177 efectivos se ocuparon de hacer los diferentes cacheos.

La música repercute en el cuerpo, late. Las bolas de espejos reparten rayos al azar. Las luces hipnotizan. Los Dj, responsables de 52 mil almas ensimismadas, llevan la música a picos máximos de tensión. En un predio tapizado de marcas, las carpas contienen. Hay que resistir 16 horas. O más. Aunque sea bajo la lluvia. La versión porteña de Creamfields no fue una excepción: en el mundo, las fiestas electrónicas y las drogas sintéticas comparten una relación simbiótica. Por eso ayer, y por primera vez en su historia, tres entidades se colaron en el Autódromo de Buenos Aires y montaron una campaña para desalentar el consumo de drogas.

La presencia de la Asociación de Reducción de Daños de Argentina (ARDA) pareció ayer tan realista como polémica. Repartieron volantes entre la horda de brazos, entre los miles que, con sus anteojos de sol, su pelo pegado a la cara, sus remeras brillantes, parecían producidos en serie. Algunos los ignoraron. Otros los miraron de reojo. Hablaban de la reducción de los daños asociados al uso de drogas de laboratorio. En el turno del éxtasis y en código juvenil, los folletos decían que "la dosis nunca debe ser mayor a una pastilla" y que "menos es más: cuanto más consumís menos sentís y necesitás cada vez más para sentir lo mismo".

"Yo creo que una cosa es cuando la droga acompaña a una fiesta de música y otra cuando la música es una excusa para venir a drogarse", opinó Pablo Díaz, de 20 años. Se sabe que el éxtasis sumado al desgaste energético deshidrata y puede provocar un paro cardiorrespiratorio, por eso en las raves el agua cotiza. Anoche, Pablo y sus amigos idearon un sistema: descargaban agua en una cantimplora que habían atado a la mochila y conectado directamente con la boca mediante un tubo de plástico. Y si hay un comentario asociado a estas fiestas es que de madrugada el agua se corta. Tal vez por las repercusiones de las muertes de tres jóvenes por consumo de éxtasis y alcohol, ayer no faltó el agua en ninguno de los 500 baños.

En las pantallas apostadas a cada lado de los escenarios, el Hospital Fernández proyectó otro mensaje: "Cuidate, vos conoces el límite". Desde allí, Carlos Damin, jefe de Toxicología, apuntó: "Nuestra idea no es hablar en contra de las drogas sino a favor de la salud. El no a las drogas es un mensaje nefasto por una razón simple: el no es tentador". Intercaladas en las pantallas, aparecían caras de chicos perdidos que busca Missing Children.

Dos camionetas de la Secretaría de Prevención de la drogadicción y la lucha contra el narcotráfico (Sedronar) se apostaron en las puertas. Sus folletos hablaban de la hipertermia, del parkinsonismo, de las arritmias que el éxtasis puede provocar. De cerca, chupetín en mano y pelo enmarañado, Martín Steiner, de 24 años, dijo: "No seamos hipócritas. Para que estas fiestas no se empañen, no hay que negar las drogas: hay que tenerles respeto". Testimonios como estos no fueron elegidos al azar: ayer graficaron una constante en el decir de los asistentes.

Según Alberto Crescenti, director del SAME, al cierre de esta edición, no se atendieron casos graves ni en las cuatro carpas hospitales ni en las seis ambulancias de alta complejidad.

Adentro, la mirada inquisidora delató a alguno de los 47 policías de civil de la división Drogas Peligrosas buscando dealers en los tumultos. El resto de los 177 policías se encargaron de los cacheos y retuvieron todo desodorante, aerosol de espuma y hasta globos de helio. Clarín fue testigo de la detención de un chico de 20 años que llevaba una cajita de metal con tres envoltorios. Uno con ketamina (un anestésico que se usa para dopar caballos), otro con tres pastillas de éxtasis y un tercero con un troquel de LSD.

Más allá de las medidas de seguridad, lo cierto es que la Creamfields superó las fronteras que en sus orígenes impuso la propia marca: ahora se convirtió en un evento social masivo.

Creamfields: exitoso operativo de control

El fuerte operativo antidrogas que se armó en Creamfields, el festival de música electrónica que concluyó ayer a las 6 de la mañana en el autódromo porteño, parece haber funcionado. Es que de las 100.000 personas que oficialmente asistieron, apenas una fue atendida por intoxicación con drogas y alcohol, informó a Clarín Alberto Crescenti, director del SAME.

De acuerdo a Crescenti, en el hospital desplegable que el SAME montó fuera del Autódromo fueron atendidos en total 8 jóvenes: cinco habían sufrido lesiones por haber participado de peleas, una chica por una crisis nerviosa y un muchacho con síntomas de intoxicación con alcohol. El octavo es el joven que mezcló drogas con alcohol, quien fue derivado al hospital Santojani.

"La verdad es que se trabajó muy bien en la prevención", dijo Alberto Crescenti.

Dentro del Autódromo los organizadores habían armado cuatro carpas sanitarias, donde se atendieron a 117 personas. La enorme mayoría por hipotermia. El culpable fue el cruel frío que se sintió a la madrugada.

Entre las 5 y las 6, informaron, la temperatura en el lugar era de 4 grados y el viento soplaba a 27 kilómetros por hora. "Mucha de la gente había venido con ropa más de verano y terminó pasando mucho frío", contaron los responsables de la organización de Creamfields.

Del operativo de seguridad participaron 177 policías, quienes controlaron los accesos al autódromo y realizaron los cacheos. Cuatro personas fueron detenidas por intentar ingresar con pastillas de éxtasis.
Arranca hoy la mayor fiesta electrónica
Esta tarde arranca la séptima edición de la fiesta electrónica Creamfields. Y como este año se mudó de sede, los organizadores intensificaron las medidas de seguridad.

Se espera que unas 60 mil personas bailen hasta el amanecer del domingo en el Autódromo de Buenos Aires, en el límite entre Capital y provincia. Esta vez habrá casi 700 personas encargadas de la seguridad: 177 de ellos, efectivos de la Policía Federal (el doble de lo que se dispuso en la edición 2006), y el resto, personal de tres agencias de seguridad privada. Además, como se espera un aluvión de turistas, habrá personal policial bilingüe en la puerta para atender denuncias.

Para evitar posibles robos, los organizadores aconsejan llegar de día (las puertas abrirán a las tres de la tarde), circular por las avenidas (General Paz o Escalada) y no tomar desvíos. Los que usen el Premetro, deberán bajar en la estación General Savio, a cinco cuadras del acceso de General Paz y Roca. Desde allí, y hasta las 21, habrá un servicio de transfers gratuitos para transportar a los chicos hasta la entrada.

La lista de medidas de seguridad sigue: no habrá lugar para los menores de edad, ni aunque vayan con sus padres. De hecho, los que asistan deben asegurarse de llevar documento o cédula de identidad, porque la Policía Federal, encargada del control de acceso, no admitirá fotocopias, carnets, ni certificados provisorios.

Pese a que parte del público estará en escenarios al aire libre, la Policía Federal tampoco permitirá el ingreso de bengalas, pirotecnia, aerosoles, artículos de vidrio o paraguas. Tampoco dejarán entrar con comida o bebidas. Esto, además de usarse para motivar el consumo en las barras, se pensó para evitar el ingreso de drogas camufladas.

Puertas adentro, habrá tres dotaciones de bomberos, 60 socorristas del Grupo Argentino de Prevención de Catástrofes y un operativo sanitario a cargo del Servicio de Emergencias Médicas Coordinadas.

El SAME trabajará desde el perímetro en un carpa-hospital que montó Defensa Civil. Este año, por primera vez, llevarán un "sistema de comunicación unificado de emergencia sanitaria": un móvil con dos computadoras y teléfonos satelitales que los mantendrá comunicados, vía Intranet, con los 12 hospitales de agudos de la Ciudad y los dos pediátricos. Llevarán, además, personal "data entry" entrenado, que cargará y recibirá datos de los pacientes derivados para evitar el colapso de los hospitales.